Analizado el contradictorio, renqueante, y antidominicano desempeño que exhibe la gestión del ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez, se hace necesario exigir que el Congreso lo interpele, pues su accionar demuestra que desarrolla una agenda ajena a los intereses de la nación.

El último capítulo de esta serie escenificada por el cabeza de la diplomacia es el match entre la congresista republicana María Elvira Salazar y el canciller estadounidense Anthony Blinken, en donde la representante del distrito congresional número 27 de Florida, cuestionó el aviso emitido por los Estados Unidos, advirtiendo a los ciudadanos afroamericanos abstenerse de visitar el país.

En su presentación ante la Cámara de Representantes, Salazar le demostró a Blinken que no cuenta con pruebas palmarias de que en el país se apresen personas por el color de su piel.

Pero si desproporcionado fue el aviso del Departamento de Estado, dirigido a sus afroamericanos de no venir al país, y causado por la queja del novio del encargado de negocios de la embajada de USA Robert W Thomas, y una afroamericana que agredió verbalmente a agentes de migración en una redada a un bar, que hizo que alrededor de 35 mil personas cancelaran sus reservaciones, patética e inadmisible ha sido la respuesta de Álvarez, quien no escatima momento en manifestar que está lejos de todo lo que signifique la República Dominicana.

Más que una réplica a la cancillería que dirige Blinken, Álvarez se “arrastró por el suelo”, dando otra vez señales de importarle un bledo el país y sus intereses, pudiéndosele aplicar al dedillo la frase caribeña de que el ministro “ni calienta ni cocina”, conducta aviesa que va en detrimento del Estado Dominicano. Le toca al Congreso interponer sus buenos oficios.

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