Decía el poeta norteamericano T.S. Elliot, Premio Nobel de Literatura, que “Abril es el mes más cruel”, y solía preguntarme por qué, si abril es el mes en que se inicia la primavera y la vida resurge después de su invernadero durante terribles días y noches de oscuridad y frío.
Precisamente, porque abril es un llamado a la vida, a las urgencias del ser de renacer, redefinirse, recomenzar y para muchos eso era prácticamente imposible, por eso abril es el mes más cruel.
Para mí, no abril sino este 2023 se está convirtiendo en el año más cruel, por la partida de gente que nos es muy querida: Gabina Alcántara, madre de todos y todas, un llamado permanente al agradecimiento por estar vivos y haber sobrevivido todos los embates de esta media isla, sobre todo para una madre soltera, y muy pobre, de dos hijos a quienes educar y convertir en hombres de bien; y Jorge Pineda, uno de los artistas más completos que he conocido, de una sensibilidad exquisita, ido muy a destiempo.
Y Cecilia Caballero, una diplomática de fuste que transformó la Academia de Ciencias, cuando era esposa del también fallecido Nelson Moreno Ceballos, a quien Fidelio dedicara el tercer tomo de sus memorias por el aporte –único- al pensamiento teórico de izquierda del país.
Ahora se nos ha ido Anadria Caballero, miembro distinguido de lo que podría definirse como la burguesía negra de Cuba, en los tiempos de la segregación. Hija del único negro que llego a ser secretario en el Senado, su casa era un mausoleo de gloriosas memorias, lleno de fotos de ella y sus hermanas, en el colegio negro más prestigioso de entonces, y en la playa para negros y negras, en el Club de negros y negras, que existía en Cuba.
Y en el medio de la casa el piano, que tocaba a la perfección y su canto, con voz de soprano, y las piezas que había ido vendiendo una a una para sobrevivir las escaceses de un bloqueo infernal destinado a matar de hambre al pueblo de Cuba por negarse a negociar su dignidad irredenta.
Anadria fue periodista fundadora de Prensa Latina y asistente de Celia Sánchez.
Conoció muy de cerca al Che y era una antología de anécdotas sobre la intelectualidad cubana en todos los ámbitos, entre ellos los que presumen de santeros aunque según ella, no venían de la tradición Yoruba, ni estaban sensibilizados ante la realidad de los negros en la isla. Ex esposa del embajador de Cuba en Nigeria, era una africanista consumada.
En su patio una ceiba, a la que había que saludar, hoy mece feliz sus hojas, y flores para ella.