Cada vez que una pareja de amigos entra en crisis e inicia un proceso de divorcio les solicito que lean un libro que se llama Passages, o Tránsitos, que explica cómo cada cinco o siete años las parejas entran en un proceso de reajuste que puede o reafirmar la relación o conducir al divorcio.
Y que el divorcio es una opción tan lógica como la reconciliación y que no hay que dramatizarlo, o convertirlo en lucha de poder, o tragedia, sino entender que como dicen los campesinos dominicanos “má palante hay gente”, es decir, siempre habrá otras opciones.
Considerar el divorcio como una posibilidad real en toda pareja es algo que evita la manipulación de los hijos, y su utilización como armas, en una guerra en los procesos de separación.
Ese mecanismo, harto empleado en Dominicana, no solo traumatiza a los niños, los enferma psicológicamente y los daña de por vida, (en el mejor de los casos), sino que en los peores, los conduce al suicidio, como evidencia el hecho de que solo en USA 13 millones de niños se suicidan cada año por los conflictos entre sus padres y, o, divorcio.
Y, creánme, no hay propiedad: finca, yipeta, apartamento, casa, que valga la muerte de un niño, algo que de suceder nos traumatiza a todos de por vida, nos mata.
Abandoné las consultorías internas y externas que involucraban a niños y niñas porque al regresar me causaban una gran depresión.
Eso me pasó en El Salvador (con los niños nacidos de violaciones a las presas) y en Haití, cuando viajé con OIM, a reunirme con la red de los derechos humanos en Juana Méndez, para descubrir las redes de tráfico y trata de niñ@s.
Alli explicaron que había una red de motoristas que cruzaba los niños los días de mercado, regresaban cuando la guardia había cambiado y pasaban a los niños como sus hijos.
Esos niños eran clasificados para 4 redes: la de pedigüeños en las ciudades, los esclavitos domésticos, los que trabajan en las fincas fronterizas por la comida, y la peor: la de tráfico sexual en hoteles pequeños, inclusive me mostraron donde llevaban esos niños, los bañaban y luego distribuían vía una red de guagüeros sin alma.
Cuando pregunté con quien había que hablar me dijeron que las Fuerzas Armadas, ya que eran militares de ambos lados los traficantes, pero también advirtieron que ello implicaba que o me trataran de matar, o me pusieran kilos de drogas en el baúl del carro. Pasé un mes en cama.
Por eso es que, aunque no soy madre biológica, se que el suicidio de un niño o niña, nos suicida.
¡Please!